La fuerza del codo
- Dra. Liz Hernandez N.
- 7 jul 2019
- 3 Min. de lectura
¿Viste alguna vez Botones y Mandy de la serie Animaniacs? Mandy era una pequeña bebe que calculo tendría tres años y tenía algo que me atreveré a llamarle cualidad. Si, Mandy tenía la cualidad de ser muy, pero muy inquieta,que obviamente es normal en todo pequeñín de tres años, si ella veía una mariposa la seguía sin importar precipicios, carreteras o ríos. Si se le perdía un caramelo, su objetivo era recuperarlo sin importar peligros; peligros en los cuales Botones era el guardián. Botones era un pastor alemán que era prácticamente la niñera de Mandy, siempre estaba en el momento en que ella estaba en peligro. El rescate no siempre le salía bien, pero hacia lo que podía.
Mandy me hace recordar a una personita que quiero con todo mi corazón.
Una tarde estaba cuidando a dos de mis sobrinitos, Bryan y Kathleen. Bryan tenía tres añitos y Kathleen uno. Kathleen era experta en aprovechar los descuidos de una tía poco entrenada, y ante cualquier oportunidad subía a una silla o intentaba valientemente bajar escaleras, así que siempre había que estar alerta. Esa tarde estábamos jugando al “Monstruo”, un juego inventado por Bryan, en el que se cubría de pies a cabeza con cojines y cuando nadie se lo esperaba…¡Buhaaaa! salía gritando para atrapar a una víctima e intercambiar los papeles. Todo marchaba bien, hasta que vi que dos puertas que conducían a escaleras estaban abiertas y una pequeña mujercita valiente andaba corriendo alrededor, al darme cuenta de mi descuido le pedí a Bryan que el cerrara una puerta mientras yo cerraba la otra. Bryan corrió a la puerta que le quedaba más cerca, y para poder cerrarla tuvo que mover un sofá, yo para hacerlo sentir bien, le dije -¡Gracias! Que fuerte que esta ese bebe-. El por supuesto se sintió alagado y para mostrarme su gran fuerza, levanto la cabeza, saco el pecho, levanto su brazo derecho como quien va a mostrar su musculo y con su mano izquierda, señalo…¡su codo! No pude evitar reírme, y ellos al verme comenzaron a reírse también, -¿Qué paso tía? ¿Qué paso? ¡Tía!-preguntaba Bryan entre risas, -Bryan, tu fuerza no está en tu codo, está aquí- Le dije señalando su pequeño brazo, el me respondió con un ¡Ahh! Seguido de una gran sonrisa.
Sin quererlo Bryan esa tarde medio una lección, una de esas grandes que son para toda la vida. Y es que es muy fácil otorgarle al codo los méritos que no se merece. Es por eso que cuando gano una batalla, inclino mi rostro y agradezco a quien estuvo al frente de ella. Es por eso que cuando el viento sopla fuerte y permanezco en pie, inclino mi rostro y alabo a quien me sostuvo entre sus brazos para que no cayera. Es por eso que cuando caigo, levanto mi rostro y puedo ver a quien me levanta, y es por eso que cuando estoy triste puedo sonreír, por que se que Dios estuvo, está y estará siempre liderando mis batallas, sosteniéndome cuando el viento sopla y extendiendo su mano para levantarme, es por eso, y simplemente por eso que la vida tiene sentido, porque el existe. Existe, y está dispuesto a esto y mucho más.

“Porque yo soy el Señor, tu Dios, que te sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: No temas, yo te ayudare”. Isaias 41:13 (NVI)
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